Úbeda acoge una exposición sobre el trabajo de las misiones salesianas

14 febrero 2020

La iglesia de Santo Domingo acogió durante el pasado fin de semana una exposición misionera organizada por la comunidad salesiana de Úbeda en la que se mostró el trabajo que realizan las misiones que la congregación de Don Bosco tiene por todo el mundo. Una muestra con la que, además, se rinde homenaje a César Fernandez, misionero salesiano asesinado en Burkina Faso el 15 de febrero del pasado 2019. Un trágico incidente que causó gran consternación en el colegio salesiano Santo Domingo Savio de Úbeda, donde fue docente entre los años 1972 y 1976 y regresó posteriormente en numerosas ocasiones para hablar sobre su labor.
 
En la exposición se pueden ver diversos objetos de continentes como el asiático, americano y africano, donde existen misiones salesianas que realizan un gran trabajo en diferentes ámbitos, intentando paliar la difícil situación de tantos pueblos y tantas personas que sufren directamente las injusticias de este mundo. Hay además paneles explicativos con los que el visitante se puede hacer una idea de la situación de esos territorios y de los proyectos solidarios que allí hay en marcha. Todo de manera muy didáctica.
 
La exposición es itinerante y está recorriendo muchas ciudades de España en las que hay presencia salesiana. Ahora se encuentra en Úbeda, donde la Unión de Cofradías ha prestado la iglesia de Santo Domingo para su instalación. Desde el pasado miércoles han ido pasando por allí los alumnos de los distintos cursos de colegio Santo Domingo Savio, invitándose igualmente a otros centros educativos.
 
Todo un ejemplo
El padre Antonio César Fernández Fernández, nacido en Pozoblanco el 7 de julio de 1946, fue misionero en diversos países de África desde 1982 y fundó en dicho año la presencia salesiana en Togo. Allí, además del trabajo como párroco, enseñaba a escribir y a leer en clases nocturnas, visitaba y asistía a enfermos y organizaba charlas con los catequistas y actividades para los niños los fines de semana. Incluso aprendió la lengua hablada por los senufo para las misas.
 
«La vida de misionero es muy bonita, pero da mucho trabajo», decía, aunque no se arrepentía de haberse ido: «ser misionero era la ilusión de mi vida». Hace unos años, en 2011, le tocó vivir la experiencia más trágica, la guerra. A pesar de las dificultades, en ningún momento pensó en volver y dejar abandonados a su suerte a los muchachos con los que trabajaba a diario.
 
Su primer destino fue la capital de Togo, Lomé. A lo largo de su trayectoria trabajó como maestro de novicios (1988-1998) y ejerció, entre otras funciones, como delegado de la Inspectoría Salesiana de África Occidental Francófona (AFO) en el Capítulo General 25 (2002). En el momento de su asesinato ejercía su ministerio en Burkina Faso. Tenía 72 años de edad y había cumplido los 55 de salesiano y los 46 de sacerdote.

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