‘Todos los jóvenes son nuestros jóvenes’

20 octubre 2018

Acogida y proximidad a los jóvenes, con especial atención a las comunidades de inmigrantes: este ha sido el tema de la intervención del Rector Mayor de los Salesianos, don Ángel Fernández Artime en el Sínodo de los Obispos que se está celebrando en el Vaticano durante todo el mes de octubre.

“Santo Padre, reciba ante todo mi Gracias profundo y sincero por el Don que nos hace a la Iglesia mediante este Sínodo. Sin duda, un tiempo de gracia y de presencia del Espíritu Santo.

Comienzo por decirles que yo me he imaginado el tema del Sínodo como si se tratara de una pirámide. En la base, están todos los jóvenes. Hacia la mitad los jóvenes en su camino de Fe, y en el vértice, el discernimiento vocacional de los jóvenes, ciertamente al que llegan muchos menos.

Permítanme que les narre lo que me sucedió ante ayer. Dos jóvenes, de unos 26 o 28 años me dijeron en español. Perdone, ¿podría decirnos por qué hay personas que salen vestidas con fajas de color y llevan algo sobre sus cabezas…?

De inmediato entendí que poco o nada sabían de la Iglesia y de sus Pastores. Intuí que no sabían lo que era un Obispo. Entonces les expliqué qué hacíamos aquí. Les dije que el Papa había convocado a muchos para pensar en los jóvenes y que también los jóvenes participaban.

Me dijeron, si podrían ver al Papa pues tenían muchas ganas conocerlo. Me dijeron que lo sentían como un “Hombre bueno para todos”.

Yo vi que tenían en sus dedos una alianza. Les pregunté si eran novios o ya esposos. Me dijeron que eran esposos y que tenían un niño de tres años. Les pregunté cuál era el nombre de su hijo y su cara se iluminó. Se llama Julián. Les deseé todo lo mejor y me despedí de estos amigos colombianos.

Y en mi corazón resonaba la convicción: ¡También estos son de los nuestros! Todos los jóvenes son de los nuestros. No hay jóvenes de dentro y de fuera.

Pienso que esto debemos transmitir al mundo: que la Iglesia y sus Pastores sienten a todos los jóvenes del mundo como suyos, nuestros, porque nadie se ha de sentir excluido. Deben sentir que los acogemos sea cual sea su situación, y sus historias de vida.

Visitando las presencias salesianas del mundo, he visto muchas iglesias en las Diócesis llenas, porque las llenan los jóvenes inmigrantes y sus familias.

Así lo he visto en Vancouver, Toronto y Montreal, lo he visto en California y en Nueva Zelanda; en Melbourne y sin ir más lejos, en mi España natal (con miles y miles de hermanos latinoamericanos), y en Italia (con miles de filipinos en Roma y Turín).

Y me digo lo mismo: estos son nuestros jóvenes, con sus familias, que además traen aire fresco de fe a nuestras Iglesias, al mismo tiempo que en nuestras naciones crece el rechazo, los miedos, la intolerancia y la xenofobia.

Y por eso pienso que hablar de los jóvenes como Iglesia es decir una palabra fuerte, decidida y atrevida en su favor en todas las naciones de nuestras iglesias locales, así como ha hecho el Papa Francisco para toda la Iglesia Universal. Porque estos jóvenes inmigrantes son más frágiles aún que todos los demás ¿Nos atrevemos?

Por último, nuestros jóvenes deben escucharnos decir que los queremos, y que queremos hacer camino de vida y de fe junto a ellos. Nuestros jóvenes han de sentir nuestra presencia afectiva y efectiva en medio de ellos. Deben sentir que ni queremos dirigir sus vidas, ni dictarles cómo deben vivir, sino que queremos compartir con ellos lo mejor que tenemos: Jesucristo el Señor. Han de sentir que estamos aquí para ellos, si nos lo permiten, compartiendo sus gozos y esperanzas, sus alegrías, dolores y lágrimas, su confusión o su búsqueda de sentido, su vocación, su presente y futuro.

Han de sentir que les susurramos a Dios. Quizá no lleguemos a una excelente ortodoxia ni ortopraxis, pero sí sentirán, por medio de nuestra pobre mediación, que Jesús los ama y les acoge siempre. Entonces todo habrá merecido la pena”.
 

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