Las aventuras salesianas del Papa Francisco

3 septiembre 2015

Sí, ya sabemos que el actual Papa es jesuita. Alguno de mis improbables lectores ya estará pensando que siempre arrimo el ascua a mi sardina salesiana. No se ofendan mis amigos de la Compañía de Jesús. Un servidor va, simplemente a relatar qué relación tuvo el hoy Santo Padre con los salesianos de Argentina y qué relaciones ha seguido manteniendo después con muchos salesianos.

Como ustedes comprenderán no tengo mucha relación con Francisco, más bien no tengo ninguna, pero me voy a servir de lo que ya está publicado reuniendo datos y anécdotas de aquí y de allá. Mis cartas están sobre la mesa. Aquí, queridos amigos, no hay trampa ni cartón. Si gustan pasen y lean. El saber no ocupa lugar.

En el año 1949, cuando tenía 13 años, Jorge Mario Bergoglio, hoy Papa Francisco, fue alumno interno del Colegio Salesiano Wilfrid Barón de Santos, en el barrio Ramos Mejía de la ciudad de Buenos Aires.

El 20 de octubre de 1990 escribió una larga carta desde la Córdoba argentina al salesiano Cayetano Bruno (Córdoba,1912-Buenos Aires, 2003), el historiador de la Iglesia argentina, para recordar a Enrique Pozzoli, el salesiano amigo de su familia que lo había bautizado el 25 de diciembre de 1936 en la pila bautismal de la Basílica María Auxiliadora y San Carlos de Buenos Aires y había seguido después muy de cerca su camino espiritual. ¿Os percatáis de que recibió las aguas bautismales delante de una imagen de María Auxiliadora de las manos de un salesiano que había presentado a sus padres y los había casado ante esa misma imagen de María Auxiliadora? ¿No veis aquí como un signo premonitorio de la buena relación que ha mantenido siempre con los hijos de Don Bosco?

El Osservatore Romano, el periódico del Vaticano que editan y gestionan los salesianos de una comunidad, expresamente establecida para ello, desde 1937, tras los muros de la ciudad papal, publicó esta larga carta en dos partes. La primera el 24 de diciembre de 2013 y la segunda el 30 de enero de 2014. Tengo a la vista la carta completa pues me la llevó amablemente a la librería Proteo Carlos Verdú, asiduo lector de mis artículos de tema salesiano, dejándola allí en un sobre a mi nombre.

En esta larga misiva Bergoglio habla de sus “recuerdos salesianos” organizados en una introducción, trece partes numeradas y un epílogo sobre las falta de vocaciones tanto en los salesianos como en los jesuitas. Como se ve, se tomó en serio la redacción de esta carta. Un corto resumen de ella se publicó en el Boletín Salesiano del mes de noviembre de 2014 (año CXXVII, nº 10), firmado por Jesús Rojano.

“No es raro que hable con cariño de los salesianos –nos cuenta Francisco- pues mi familia se alimentó espiritualmente de ellos. De chico aprendí a ir a la procesión de María Auxiliadora. Cuando estaba en casa de mi abuela iba al Oratorio de San Francisco de Sales  y soy hincha del San Lorenzo, club de fútbol fundado por el salesiano Lorenzo Mazza en 1908 para sacar de la calle a los chicos del barrio”.

Pronto capta este adolescente el sentido del Sistema Preventivo: “La  vida en el Colegio era un todo. Uno se sumergía en una trama de vida preparada como para que no hubiera tiempo ocioso. El día pasaba como una flecha sin que uno tuviera tiempo de aburrirse. Yo me sentía sumergido en un mundo nuevo. A uno le hacían vivir diversos aspectos ensamblados de la vida y eso fue creando en mí una conciencia no sólo moral sino también una especie de conciencia humana (social, lúdica, artística, deportiva, etc). Dicho de otra manera: el Colegio creaba, a través del despertar de la conciencia en la verdad de las cosas, una cultura católica que no tenía nada de “beata”. El estudio, los valores sociales de convivencia, las referencias sociales a los más necesitados (recuerdo haber aprendido allí a privarme de cosas para darlas a la gente más pobre que yo), el deporte, la sana competencia, la piedad…..todo formaba hábitos que, en su conjunto, plasmaban un modo de ser cultural, con realismo, con sentido de responsabilidad y horizonte de trascendencia. Esta cultura católica es, a mi juicio, lo mejor que he recibido en el Colegio Salesiano de Ramos Mejía”.

Y sigue diciendo Jorge Bergoglio: “Allí me educaron el sentimiento. Los salesianos tienen una especial habilidad para esto…Yo aprendí allí, inconscientemente casi, a buscar el sentido de las cosas”. Este aspecto de la “educación sentimental”, clave del Sistema Preventivo, lo aborda en su carta el futuro papa Francisco nuevamente más adelante: “¿Cómo manejaban las crisis nuestros educadores? Nos hacían sentir que podías confiar en ellos, que nos querían; sabían escuchar, nos daban buenos consejos y nos defendían de la rebeldía y de la melancolía….; el deporte era un aspecto fundamental de la vida. Se jugaba bien y mucho, con los valores que enseña el deporte”. “Por ello, con los años va quedando lo sólido de esa educación. Habría fallos, pero la estructura educacional no estaba fallada. Había cosas en el año 1949 que no son viables para 1990…..pero estoy convencido de que el acerbo cultural salesiano de 1949, ese acerbo pedagógico, es capaz de crear en sus alumnos una cultura católica también en nuestros días”.

Este convencimiento ha hecho que Bergoglio haya seguido muy de cerca la marcha de la Sociedad Salesiana. Seguimiento que ha venido propiciado por la amistad personal que ha mantenido con los salesianos americanos. Incluso una de las primeras decisiones que tomó tras ser elegido al solio pontificio fue la de formar una comisión de alto nivel (está formada por nueve cardenales) para proceder al estudio de la reforma de la todopoderosa Curia vaticana. Y para presidir esa comisión nombró al salesiano arzobispo hondureño cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga. Su nombre sonó dos veces como papable. Hoy es la mano derecha del Santo Padre. Su guardaespaldas intelectual. El hombre fuerte del Papa.
 

En resumen, como hemos visto, el Colegio Salesiano fue para Jorge Mario Bergoglio un lugar donde se creó en él una conciencia no sólo moral sino también humana. Un lugar donde aprendió a buscar el  sentido a las cosas y a estudiar. Pasados los años se dio cuenta de que en el tiempo de su internado puso las bases para no tener miedo a sentir y a decirse a sí mismo lo que uno está sintiendo. Es decir, recibió una auténtica formación integral como persona que le reforzaría su autoestima para elegir sus propios caminos en la vida. Casi nada.
 
 

 

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