VIVIR A FONDO | CICLO C – IV DOMINGO DE PASCUA

2 mayo 2022

Jn 10, 27-30

En aquel tiempo, dijo Jesús: «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».

En el evangelio de hoy, Jesús se nos presenta como Buen Pastor. Verdaderamente es la imagen que le va a la perfección, pues a lo largo de su vida, Jesús ha actuado como buen pastor: conoce a las personas, las defiende, no quiere que ninguna se pierda, e incluso da la vida por ellas.

En el evangelio encontramos una serie de afirmaciones básicas: yo las conozco, yo les doy la vida eterna, i nadie me las arrancará de las manos. Palabras que hablan de proximidad y entrega total. La vida que da Dios a Jesús, él nos la comunica a nosotros.

Aquello que el Padre me ha dado vale más que todo. Qué bonito sentir en un domingo de Pascua estas palabras. Nosotros somos de Jesús y él nos prefiere, nos quiere por encima de todo.

Hoy podríamos valorar si somos buenas ovejas, buenos discípulos de Cristo, si lo conocemos, si lo escuchamos, si lo seguimos.

¿Conocemos a Jesús, nos dejamos conocer por Él?

¿Nos dejamos conocer por los otros?

¿Nos preocupamos de las personas que nos rodean?

¿Cómo nos sentimos al ser el valor más preciado de Jesús?

Del Salmo 13

Señor, tú me has examinado y me conoces

tú conoces todas mis acciones;

aún de lejos, te das cuenta de lo que pienso.

Sabes todas mis andanzas,

¡sabes todo lo que hago!

Aún no tengo la palabra en la lengua,

y tú, Señor, ya la conoces.

Por todas partes me has rodeado;

tienes puesta tu mano sobre mí.

Sabiduría tan admirable está fuera de mi alcance;

¡es tan alta que no alcanzo a comprenderla!

Una oveja descubrió un agujero en la cerca y se escabulló a través de él. Estaba feliz de haber escapado. Anduvo errando mucho tiempo y acabó desorientándose.

Entonces se dio cuenta de que estaba siendo seguida por un lobo. Echó a correr y a correr… pero el lobo seguía persiguiéndola. Hasta que llegó el pastor, la salvó y la condujo de nuevo, con todo cariño, al redil.

Y a pesar de que todo el mundo le insistía a lo contrario, el pastor se negó a reparar el agujero de la cerca.