VIVIR A FONDO | CICLO B – IV DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO

22 enero 2024

MC 1,21-28

En la ciudad de Cafarnaún, el sábado entró Jesús en la sinagoga a enseñar; estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas. Había precisamente en su sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar: «¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios». Jesús lo increpó: «¡Cállate y sal de él!». El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte, salió de él. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Una enseñanza nueva expuesta con autoridad. Incluso manda a los espíritus inmundos y lo obedecen». Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

La fuerza de la doctrina nueva:

¿Qué es lo que hace que el mensaje de Jesús sea nuevo para mí… y me haga vivirlo como la única autoridad?

Salmo 94,12-22

Oh Señor,
feliz aquel a quien corriges
y das tus enseñanzas
para que tenga tranquilidad
cuando lleguen los días malos,
mientras que al malvado
se le prepara la fosa.

El Señor no abandonará a su pueblo,
no dejará solos a los suyos.
La justicia volverá a ser justa,
y todo hombre honrado la seguirá.

¿Quién se levantará a defenderme
de los malvados y malhechores?
Si el Señor no me hubiera ayudado,
yo estaría ya en el silencio de la muerte.

Cuando alguna vez dije: “Mis pies resbalan”,
tu amor, Señor, vino en mi ayuda.
En medio de las preocupaciones
que se agolpan en mi mente,
me das consuelo y alegría.

Tú no puedes ser amigo de jueces injustos,
que actúan mal y en contra de la ley;
que conspiran contra el inocente y honrado,
y lo condenan a muerte.
Pero el Señor es mi refugio;
mi Dios es la roca que me defiende.

«Cuanto más me analizo, más descubro esta verdad psicológica: que ningún hombre levanta el meñique por la menor obra sin que le mueva la convicción, más o menos oscura, que está trabajando infinitesimalmente (al menos de manera indirecta) para la edificación de alguna cosa Definitivamente: Tu misma obra, Dios mío. Eso puede parecer extraño y desmesurado a los que obren sin analizarse hasta el fondo. Y, sin embargo se trata de una ley fundamental de su acción. Hace falta ni más ni menos que la atracción de lo que se llama el Absoluto, y hace falta, ni más ni menos, que, Tú mismo para poner en marcha la frágil libertad que nos has dado.»

“El medio divino”, de Pierre Teilhard de Chardin