VIVIR A FONDO | CICLO B – II DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO

8 enero 2024

Jn 1,35-42

En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Este es el Cordero de Dios». Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¡Qué buscáis?». Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?». Él les dijo: «Venid y veréis». Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; era como la hora décima. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)». Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce: Pedro)».

Venir y ver, dos verbos que marcan el sentido de la lectura de hoy. Venir, ver, quedarse, estar con Jesús. Una buena propuesta para empezar el tiempo ordinario, el tiempo de la rutina, el tiempo más largo del año. Jesús sale al encuentro de los que serán sus discípulos y los llama, los interroga y les pregunta: ¿Qué buscáis? Alguna vez cuando nos hacen esta pregunta sabemos rápidamente la respuesta, en otros dudamos, muchas veces nos podemos jugar al despiste. ¿Por qué, realmente, sabemos lo que buscamos? Hace falta mucha fe y mucha ayuda para ser coherentes con la respuesta y con la misión que se nos encarga.
Venir y ver, en definitiva ser acogedores y abiertos, coherentes con lo que decimos de palabra, y con el mensaje de aquel que es nuestro modelo: Jesús. Dios, a través de Jesús, sigue llamando a personas que quieran construir una sociedad, un barrio, una comunidad más justa. Y eso se puede hacer no llenándonos de palabras vacías, sino con el testimonio de nuestra vida. Como lo que les sucedió a los dos discípulos: “Rabí, ¿Dónde estás? Jesús los invita a experimentar su estilo de vida, pues muchas veces no hacen falta muchas catequesis o argumentos. Ellos fueron, vieron y el resultado fue que se quedaron con él.
Hoy también podríamos hacer lo mismo, invitar y compartir, hablar lo justo y dar testimonio, convencer más por el estilo de vida que por las palabras. Muchas veces las palabras se olvidan o no se escuchan. Un gesto de acogida, de apoyo, de amistad… vale más que diez mil palabras.
Proverbios 4,20-27

Atiende a mis palabras, hijo mío;
préstales atención.
Jamás las pierdas de vista,
¡grábatelas en la mente!
Ellas dan vida y salud
a todo el que las halla.
Cuida tu mente más que nada en el mundo,
porque es fuente de vida.
Evita el decir cosas falsas;
apártate de la mentira.
Mira siempre adelante,
mira siempre de frente.
Fíjate bien en dónde pones los pies
y pisarás siempre terreno firme.
No te desvíes de tu camino;
evita el andar en malos pasos.

Un día, un hombre sabio y piadoso clama al cielo por una respuesta. El hombre aquel encabezaba un grupo de misioneros que oraban por la paz del mundo, para lograr que las fronteras no existieran y que toda la gente viviera feliz. La pregunta que hacían era: ¿Cuál es la clave, Señor, para que el mundo viva en armonía?
Entonces, los cielos se abrieron y después de un magnifico estruendo, la voz de Dios les dijo: Como-di-dad.

Todos los misioneros se miraban entre sí, sorprendidos y extrañados de escuchar tal término de la propia voz de Dios. El hombre sabio y piadoso pregunto de nuevo: ¿Comodidad Señor? ¿Qué quieres decir con eso?

Dios respondió: La clave para un mundo pleno es: Como di, dad. Es decir, así como yo os di, dad vosotros a vuestro prójimo. Como di, dad vosotros fe; como di, dad vosotros esperanza; como di, dad vosotros caridad; como di, sin límites, sin pensar en nada más que dar, dad vosotros al mundo… y el mundo, será un paraíso.

Sigamos la clave de CÓMO DI, DAD.