VIVIR A FONDO | CICLO A – XXVII DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO

2 octubre 2023

Mt 21,33-43

En aquel tiempo dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo: «Oíd otra parábola: Un hacendado plantó una viña, la cercó con una valla, cavó en ella un lagar, edificó una torre para guardarla, la arrendó a unos viñadores y se fue de viaje. Cuando llegó el tiempo de la vendimia, mandó sus criados a los viñadores para recibir su parte. Pero los viñadores agarraron a los criados, y a uno le pegaron, a otro lo mataron y a otro lo apedrearon. Mandó de nuevo otros criados, más que antes, e hicieron con ellos lo mismo. Finalmente les mandó a su hijo diciendo: Respetarán a mi hijo. Pero los viñadores, al ver al hijo, se dijeron: Éste es el heredero. Matémoslo y nos quedaremos con su herencia. Lo agarraron, lo echaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando venga el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos viñadores?». Le dijeron: «Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros viñadores que le paguen los frutos a su tiempo». Jesús les dijo: «¿No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; esto ha sido obra del Señor, una maravilla a nuestros ojos?» «Pues bien, os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios para dárselo a un pueblo que pague sus frutos.

Esta parábola está a continuación de la que leíamos el domingo pasado: la de los dos hijos, el que se niega a obedecer la orden del padre de ir a trabajar a la viña, pero luego se arrepiente y va, y el que en seguida dice que sí, pero luego no va. La de hoy tiene un contexto más dramático, y suena a “despedida profética” que Jesús dirige al pueblo escogido, pero que no ha querido responder a las atenciones de Dios. Jesús se ha comportado como enviado de ese padre: viene a llamar a todos, también a los impuros, viene a invitarles al banquete de la fraternidad sin fin. Pero los limpios, los “legales”, se sienten preferidos, y es normal que quieran oponerse a su camino. Jesús insiste, sigue con su proyecto, y continúa su ida a Jerusalén, aun sospechando que ahí su rechazo será total.

Pensemos hoy seriamente en las palabras finales del evangelio: “Por eso os digo que a vosotros se os quitará el reino, y se le dará a un pueblo que produzca los frutos debidos”.

¿Acepto la persona y la palabra de Jesús con todas las consecuencias? ¿O me conformo con ser “legal”, con cumplir?
¿Soy consciente que los “frutos” que me pide Jesús son insuficientes si no me dejo transformar por Él?

Del Salmo 79

Dios del universo, renuévanos,
haz que veamos la claridad de tu mirada
y seremos salvados.

Soy parte, Señor, del pueblo escogido que tiene que hacer fructificar tu Reino,
del pueblo que cuidas, por el que te desvives y en el que confías…
Y no siempre respondo a tu confianza,
no siempre acepto tu persona con todas las consecuencias.
Ahora me pongo en tu presencia,
te pido que me perdones,
que acepte que me vayas transformando,
que acepte tu persona y que no me aleje de ti…
Haz, Señor, que valore el Reino y que ayude a que fructifique.