«En la cárcel es más necesario saber escuchar que saber hablar», Pepe González

24 mayo 2019

Soy Pepe González, salesiano, y estoy actualmente en la comunidad de Jaén.

¿Cómo descubriste tu vocación por los últimos? Tendría que remontarme, en primer lugar, a la lectura y a la meditación del Evangelio sobre el acercamiento de un Jesús que hace una opción directa por los más pobres y los más excluidos. A raíz de ahí fue entrando dentro de mí esa inquietud  y ese deseo. Después, por supuesto, conocer la figura de Don Bosco y el estilo, donde para él los predilectos eran los más pobres. Y por supuesto, el conocimiento y la vida dentro de la Congregación Salesiana. Recuerdo que cuando estaba en el Trienio el inspector hablando conmigo me dijo: «el día que no te molesten el olor a los pobres ese día puedes decir que ya eres salesiano». Eso se me quedó muy grabado y he intentado tratar de acercarme lo más posible a los más pobres y estar siempre cercano tratando de ser algo y alguien para todos ellos.

¿Cómo vives el carisma de Don Bosco en tu día a día?  Trato de ser yo con la misión que los superiores me encomienda; tratar de vivirla, no de una manera forzada o superficial, sino tratando de ser respuesta a algo que yo vivo interiormente. Que no sea algo que se se queda en una actividad que realizo sino que responda más bien a unos sentimientos y una vivencia interna que yo trato de experimentar y de poner en práctica teniendo siempre como objetivo el cómo ayudar y cómo ser útil para otros

¿Cómo está respondiendo la Fundación Don Bosco a los jóvenes? La Fundación es un sueño que se ha hecho realidad. He tenido la suerte de vivirla y conocerla desde un principio. He ido viendo como la Fundación ha ido dando pasos de forma valiente, dando respuestas a tantas necesidades que han ido surgiendo. Lo bueno que tiene la Fundación no es que haya creado cosas, si no dar respuesta a algo que ya existía, a una problemática que se iba presentando. La Fundación ha ido haciéndole frente a esos problemas, a esas necesidades, creando proyectos expresamente para dar respuesta a las mismas.

¿Cómo animarías a un joven a volcarse desde lo social en su realidad local? Lo haría a través de dos puntos que creo que son muy necesarios hoy día. En primer lugar, desde el compromiso desinteresado y constante, pues bien a través de un voluntariado o bien tratando de acercarse; de vivir experiencias. Creo que vivir una experiencia con los más excluidos marca la persona, marca hasta tal punto que le orienta y proyecta su vida, su apetencia y sus necesidades hacia algo tan concreto como el ser útiles para otros. Incluso a la hora de escoger una carrera que responda una vocación, que no sea simplemente por algo que lo hace todo el mundo o por algo que tiene una remuneración económica, sino que más bien sea de tipo vocacional. Que la vocación y la necesidad surja y venga desde la cercanía a un Dios que mandó a su Hijo al mundo para dar respuesta a los más jóvenes.

¿Cuéntanos tu experiencia en el Centro Penitenciario de Jaén? En realidad, mi trabajo en la prisión como capellán ha sido una grandísima bendición de Dios. Vocacionalmente ha supuesto muchísimo para mí. El poder ser portador de la Misericordia y del perdón de Dios a gente que la sociedad condena, porque han cometido un delito, y es normal que judicialmente y humanamente tengan que responder, pero eso no quita que ellos, por otro lado, puedan experimentar que el Dios de la misericordia es capaz de perdonar y de decirles: «ánimo, tus pecados están perdonados. Vete y no lo hagas más». Después, también destaca por la necesidad tan grande que tienen estas criaturas de hablar con alguien, que alguien lo escuché, que los trate como personas, no como presos, no como condenados. Cuando voy me olvidó que estoy en la cárcel y cuando me encuentro con los internos trato de ver a una persona, a un joven al que yo me acerco para decirle una buena palabra o simplemente para escuchar. En la cárcel muchas veces es más necesario saber escuchar que saber hablar porque de lo que más necesidad tienen es de encontrar a alguien que sea capaz de escucharle. A nivel Salesianos para mí ha sido un descubrimiento y me ha servido para entender muy bien el porqué Don Bosco, cuando visito la cárcel, tomó esta opción de trabajar para que estos chavales que están aquí no vuelvan a entrar y los que están en la calle no entren más.

¿Qué ha supuesto para ti este lema de «Primero, los últimos? Cuando me enteré del lema de este año y el objetivo que nos proponíamos a nivel Inspectorial fue una alegría y una satisfacción muy grande. Hace 25 años empezamos con el campamento «Los primeros» que surgió porque teníamos chavales en los campos de trabajo en nuestras propias casas que no encajaban en ningún campamento. Ellos no se adaptaban fácilmente al ambiente y lo tenían que echar porque creaban mal ambiente o distorsionaba lo que era la dinámica del mismo. Entonces con el entonces coordinador de Pastoral, el salesiano Paco Mármol, hicimos una reflexión de por qué esta gente no podían tener un campamento y unos días de vacaciones. Así surgió el campamento de «Los primeros», pensando un eslogan con el que se hacían carteles e improvisando se ocurrió: «para muchos somos molestos, para Dios los primeros». Yo creo que Dios nos lo mando porque gracias a ese eslogan se ha hecho mucho bien a tanto chavales que se han sentido los predilectos de Dios y no los que molestan a la gente. Creo que para mí ha sido una satisfacción ver el eslogan de la campaña pastoral de este año en la inspectoría. Grabación Luis Fernando Medina – Fundación Don Bosco.  

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