NARRADOR: Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. Y este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a que le preguntaran:
LEVITAS: ¿Tú quién eres?
JUAN: Yo no soy el Mesías.
LEVITAS: ¿Entonces, ¿qué? ¿Eres tú Elías?
JUAN: No lo soy.
LEVITAS: ¿Eres tú el Profeta?
JOAN: No
NIÑOS: ¡Pero que pesados!
LEVITAS: ¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?
JUAN: Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías.
FARISEOS: Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni El Profeta?
JUAN: Yo bautizo con agua, en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.
NARRADOR: Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan estaba bautizando.
Juan el Bautista no tuvo miedo en decir que no era Jesús,
Ayúdame a mí a preparar el camino para Jesús
como hizo el.
Y así estar cada día más preparado para vivir la Navidad
llena del Amor más grande.