Espiritualidad de la Familia Salesiana

24 enero 2019

ESPIRITUALIDAD DE LA FAMILIA SALESIANA (I)

CICFS (art 22-27) 

La espiritualidad apostólica es el centro inspirador y animador de la vida de comunión en la misión de la FASA. Una comunión que no nace de proyectos humanos, ni de una organización perfecta, sino de la caridad pastoral que, suscitada por el Espíritu en el corazón de DB, lo animó hasta la santidad.

Espiritualidad significa que nuestra vida está guiada por el Espíritu, que gratifica con sus carismas a los diversos Grupos pertenecientes a una única Familia. Apostólica significa un dinamismo interior que impulsa al don y al servicio, dando eficacia salvífica a la acción educativa y evangelizadora y unificando toda la existencia en torno a este centro inspirador.

Movidos por la fe, la esperanza y la caridad, los miembros de la FASA participan en la acción de Dios que siempre obra para comunicar a cada persona su amor misericordioso y se sienten profundamente insertos en la comunión y en el apostolado de la Iglesia.

  1. Colaborar con Dios Padre Poner a Dios como centro unificador de la propia vida, fuente de la comunión fraterna e inspirador de la propia acción, supone una cierta imagen de Dios. No el Dios lejano, inmerso totalmente en su solitario silencio y desinteresado de la tierra, sino el Dios-Amor (cf. 1Jn 4,16) que se entrega plenamente a la humanidad, un «Padre que trabaja siempre» (Jn 5,17) compartiendo la vida con sus hijos, presente al venir al encuentro de hecho y con amor a las profundas aspiraciones de las personas; un Dios tan comprometido en nuestra historia que se expone a la libertad del hombre aceptando el riesgo del rechazo, dándose siempre como amor que perdona (agápe).

Silencioso pero eficaz trabajador en la historia, Dios se asocia a colaboradores activos y laboriosos que com-prometen sus energías, en las situaciones concretas de la vida, cuando anuncian su amor y realizan obras de bien, bebiendo en él la fuerza para amar, dar y servir.

«Vivir en la presencia de Dios» es cultivar una intensa y continua relación de amor con Él (“unión con Dios”); sentirse colmados por un amor semejante al suyo, el que se da de modo benévolo y desinteresado y se prodiga por los destinatarios privilegiados de su propia misión; significa también saber captar y acoger los signos de su misteriosa presencia en las expectativas y en las exigencias de los hombres de nuestro tiempo.

Es el Padre misericordioso al que DB dirigió su invocación: «Da mihi animas, cetera tolle». A todos nos repite DB: «La más divina de las cosas divinas es colaborar con Dios en la salvación de las almas, y es un camino seguro de alta santidad».

  1. Vivir los sentimientos de Cristo DB puso en el centro de su vida espiritual y acción apostólica una convencida devoción a Jesús presente en la Eucaristía, el Dueño de la casa – solía decir –, y al divino Salvador, cuyos gestos salvíficos intentó imitar.

Injertados en Cristo en virtud del Bautismo, nos dejamos asimilar a Él, dóciles a la acción del Espíritu, hasta poder decir con san Pablo: «Para mí vivir es Cristo» (Fil 1,21), «ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí» (Gal 2,20); y también: «Tened en vosotros los mismos sentímientos de Cristo Jesús» (Fil 2,5). Estos son: la vigilante conciencia de ser el Enviado de Dios, guiado en todo por el Espíritu; la obediencia incondicional a la voluntad del Padre en realizar la misión que se le con-fía, afrontando con valentía dificultades y contrastes (cf. Jn 5, 17s); el constante y generoso esfuerzo por liberar a las personas de toda forma de muerte y comunicar a todos vida y alegría; el cuidado apasionado de los pequeños y de los pobres con la solicitud del Buen Pastor; el amor que perdona siempre hasta volverse víctima en la cruz; la promesa de ser compañero de camino como lo fue con los dos de Emaús.

La imagen del Buen Pastor inspira y guía nuestra acción, en dos perspectivas:

2.1. El apóstol del Señor Jesús pone en el centro de su atención a la persona como tal y la ama como es, sin prejuicios ni exclusiones, exactamente como hace el Buen Pastor, también con la oveja descarriada.

2.2. El apóstol no se propone a sí mismo sino siempre y solo al Señor Jesús, el único que puede liberar de to-da forma de esclavitud, el que puede conducir a pastos de vida eterna (cf. Jn 10,1-15), el que no abandona nunca al que se ha perdido sino que se hace solidario de su debilidad y, lleno de confianza y de esperanza, lo busca, lo recupera y lo guía para que tenga vida plena.

Enraizarse en Cristo y conformarse a Él es la alegría más profunda para un hijo de DB. De aquí el amor a la Palabra y el deseo de vivir el Misterio de Cristo presentado por la liturgia de la Iglesia; la celebración asidua de los sacramentos de la Eucaristía y de la Reconciliación, que educan en la libertad cristiana, en la con-versión del corazón en el espíritu de comunión y de servicio; la participación en el Misterio de la Pascua del Señor, que abre a la comprensión nueva de la vida y de su significado personal y comunitario, interior y social.

  1. Ser dóciles al Espíritu La vida cristiana es vida en el Espíritu. Implicada en el camino de renovación con-ciliar, la FASA ha profundizado en las relaciones con el Espíritu del Resucitado, definiendo la propia identidad en torno al carisma de DB, verdadero don del Espíritu y fuente de la espiritualidad que anima a su FASA.

Los rasgos de la figura del Espíritu Santo tomados de la Palabra revelada resultan especialmente clarificado-res para la vida espiritual-apostólica de los miembros  de la FASA: el Espíritu es Creador y da la vida; es el Enviado por el Padre y por Jesús Resucitado para prolongar, en la historia, su obra de salvación; es Quien introduce a los creyentes en la Verdad/Cristo para que vi-van en Él y de Él; es Voz que habla a las conciencias de las personas para abrirlas a la luz de la verdad y prepararlas al don del amor;  es Presencia especialmente vi-va y eficaz en las comunidades cristianas, unificándolas en la comunión y en el servicio, infundiendo en los fieles el espíritu de la misión; es Quien precede, asiste y acompaña a los que están comprometidos en la obra de evangelización.

Las actitudes que en la FASA estamos llamados a asumir son: serenidad y confianza, con la certeza de que estamos siempre sostenidos por la fuerza del Espíritu; docilidad a sus inspiraciones secretas; sabio discernimiento de su presencia en la historia humana, tanto personal como comunitaria; sensata y valiente colaboración con su obra para la venida del Reino de Dios en la vida de las personas, en la Iglesia y en la sociedad; agradecimiento por el carisma de DB y generosidad en realizar su proyecto educativo y apostólico.

  1. Comunión y misión en la Iglesia DB tuvo un gran amor por la Iglesia y lo manifestó en el sentido de per-tenencia a Ella. Consciente de recibir un carisma especial para la educación de la juventud, lo extendió para la edificación de la Iglesia en los diversos contextos culturales.

La FASA tiene entre los tesoros de familia una rica tradición de fidelidad filial al Sucesor de Pedro, y de comunión y colaboración con las Iglesias locales: «Cuando el Papa nos manifiesta un deseo, sea éste para nosotros un mandato». Esta entrega incondicional al Papa, expresa, en DB, su pasión por la Iglesia. Es una herencia que acogemos y vivimos.

La Iglesia es presencia visible de Cristo resucitado en la historia de la humanidad; es comunión de los her-manos en la unidad de la fe y en la variedad de los carismas y de los ministerios; es caridad que impulsa a hacer conocer el amor de Dios anunciando el Evangelio; es servicio a la humanidad para la construcción de un mundo que corresponda al designio de Dios; es familia que encuentra el centro de unidad en Cristo Señor y el servidor de la unidad en el Papa.

La espiritualidad heredada de DB es eminentemente eclesial: manifiesta y alimenta la comunión de la Iglesia construyendo, dentro de las comunidades cristianas, una red de relaciones fraternas y de colaboraciones prácticas; es una espiritualidad educativa que se propone ayudar a los jóvenes y a los pobres a sentirse a gusto en la Iglesia, a ser constructores de la Iglesia y partícipes de su misión; es una espiritualidad que enriquece a toda la Iglesia con el don de la santidad de muchos de sus hijos.

  1. Espiritualidad de lo cotidiano DB se inspiró en S. Francisco de Sales como maestro de una espiritualidad sencilla porque es esencial, popular porque está abierta a todos, simpática porque está cargada de valores humanos y por eso está especialmente dotada para la acción educativa. En su obra fundamental (Tratado del amor de Dios o Teótimo) el santo obispo de Ginebra habla de ‘éxtasis’. Esta palabra no indica fenómenos espirituales extraordinarios, sino, según la etimología del término, la salida de sí y el volcarse hacia otro; es la experiencia del que se deja atraer, convencer y conquistar por Dios, penetrando cada vez más en su Misterio. Para S. Francisco de Sales hay tres formas de éxtasis:

– el éxtasis de la inteligencia: es estupor por lo que Dios es, pero también asombro por las grandes obras que ha realizado en la creación y sigue realizando todavía en la vida de las personas y en la historia de los hombres; es una mirada que madura si se aplica a la meditación de la Palabra: es la Palabra la que abre los ojos y hace ver las cosas con la mirada misma de Dios;

–  el éxtasis del afecto: es tener experiencia personal del amor de Dios hacia nosotros, de modo que crece el deseo de corresponder a él y, nutridos por ese amor, estamos dispuestos a dar talentos y vida para su gloria y la causa del Reino; supone constante vigilancia, purificación del corazón, práctica de la oración;

– el éxtasis de la acción y de la vida: para San Francisco de Sales, es el que corona las otras dos, por-que la de la inteligencia podría reducirse a pura especulación y la afectiva en simple sentimiento. El éxtasis de la acción, en cambio, revela una generosidad y una gratuidad que pueden venir solo de Dios; y se transforma en entrega concreta y dinámica por el bien de las personas en diferentes formas de caridad. La FASA lo ha traducido así: espiritualidad de lo cotidiano.

  • ¿Cómo colaboramos con Dios Padre?, ¿Vivimos los sentimientos del Buen Pastor y ¿Somos dóciles al Espíritu promovedor?
  • ¿Cómo cultivamos nuestro sentido de pertenencia a la Iglesia? ¿Y su comunión y misión?
  • ¿Cómo ejercitarse en la espiritualidad de lo cotidiano? ¿Y la unión con Dios?

 

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