Testimonio de Maite Arbolaza

24 marzo 2019

Sor Maite Arabolaza, FMA

Mi vocación misionera es una aventura de Amor. Desde que era pequeña estuve apasionada por las misiones y misioneros que llegaban a la parroquia o colegio para compartir su vocación. Pensaba que para ser misionera tenías que tener mucha fuerza, mucha fe, ser alguien especial. Algunas veces hasta pensaba que los misioneros podían sufrir peligros.

Desde joven aprendí a descubrir que Dios tenía un proyecto diferente. Me llamaba a ser una mujer de Dios entregada a los jóvenes dentro de la familia salesiana, y entré como FMA. A medida que avanzaban los años, el gusanillo misionero siempre estaba presente.

En el año 2006, en nuestra inspectoría, se relanzó a nivel de ONG VidesSur el voluntariado internacional enviando dos expediciones misioneras a América, una a Uruguay y otra a Argentina. Muchas FMA escribieron una carta para pedir participar en dicha expedición. Yo escribí con la certeza de no ser escogida. Entre tantas hermanas, ¿cómo me iba a tocar a mí? En el fondo de mi corazón sabia que en ese momento Dios tenía una Palabra en mi vida y tenía miedo de no saber responder. Y fui elegida para participar en la expedición de Argentina. Y ciertamente que Dios estaba esperándome allí. En ese verano descubrí que para ser misionera no se necesita ser una persona especial, sino una persona que confía plenamente en la voluntad del Padre.

Después escribí una carta a Madre Yvone (nuestra Superiora General) ofreciéndome para ir a cualquier lugar del mundo donde me necesitasen. Estuve un año en Roma preparándome y allí me dieron mi destino: Angola. Un país desconocido para mí pero donde sabía que era el lugar que Dios pensó para mí. Llegué a esta tierra el 18 de febrero de 2013. Primero en Lwena (zona interior); después Benguela, lugar de costa; y ahora en Calulo, lugar de campos, cultivos y montañas.

Puedo decir que me siento en las manos de Dios. Trabajar con los pobres es toda una bendición. Estoy ahora en una escuela rural, en medio de aldeas perdidas en el campo. Ahí tenemos 300 alumnos de 5 a 20 años. Es un lugar donde debemos luchar contra la injusticia del rico que se come al pobre, donde los niños mueren por lombrices, o diarrea por no tener posibilidad de médico o medicamentos. Donde la mujer trabaja y carga grandes cantidades de peso en la cabeza para sustentar a la familia sin saber leer ni colocar una X en el lugar de su nombre.

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