Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, visita el poblado chabolista de ‘El Gallinero’

5 diciembre 2014

"¿Entonces tú eres el Papa?". Empapado hasta las orejas, con la sotana y los zapatos embarrados, Carlos Osoro no pudo menos que sonreir. "No, no lo soy, pero si quieres puedo ser tu amigo. Me llamo Carlos, ¿y tú?". El arzobispo de Madrid, hasta hace unos meses arzobispo de Valencia, se "embarró" este sábado para visitar a los mas pobres de entre los pobres de la capital, los habitantes del poblado de El Gallinero, con quienes compartió más de dos horas y media en una experiencia que, como comentó después, "me ha dejado tocado".

Su anfitrión, el párroco de Entrevías, Javier Baeza, que apenas se creía lo que estaba viendo cuando, unos días antes, "un colaborador de la parroquia me dijo que don Carlos quería visitar El Gallinero". La cita, prevista para el sábado -había fiesta en el poblado rumano-, estuvo a punto de suspenderse -como la propia fiesta, porque la barriada estaba encharcada-. Pero Osoro llegó a Entrevías cerca de la una y media de la tarde. "Me conquistó desde el principio", reconoce Baeza, quien apunta que "uno no está acostumbrado a que lo primero que haga tu obispo nada más verte es pegarte un abrazo y pedirte que le llames Carlos".

"Te conozco por la prensa", le dijo el obispo al cura rojo. "Yo también a usted", respondió Javier. "Vamos a llamarnos de tú". Y así, junto a su secretario Daniel, Pepe Díaz (el otro cura de Entrevías) y dos voluntarios, Jorge y Marta, se subieron en la furgoneta de Baeza. "Vivo con varios chicos, y dos de ellos son del Gallinero. Son dos adolescentes que estaban en el coche con la música a todo trapo, y en cuanto vino Osoro les pedí que se pasaran para atrás… pero Osoro dijo que no, que él se ponía de paquete".

"Es un hombre absolutamente cercano a la gente", explica, todavía admirado, Javier Baeza. Durante dos horas y media, en mitad de la tormenta que azotaba la capital de España -Osoro canceló sobre la marcha una comida que tenía con curas "porque tenía que estar allí"-, el arzobispo de Madrid, agarrándose las faldas de la sotana para no ensuciarse demasiado -al final de la visita tuvo que buscar un charco para limpiar algo sus zapatos- visitó a varias familias, en su mayoría gitanos rumanos, que viven a diario los golpes de una sociedad injusta y sobreviven como pueden a la ausencia de luz, agua, letrinas o la constante amenaza de las apisonadoras. Casi un centenar de casas menos en los últimos meses.

"¿Tú eres el Papa?", le preguntaban los niños. "Yo les explicaba que era como el cura de los curas de Madrid", relata Javier Baeza, quien muestra cómo "en todo momento demostró que venía como uno más, a escuchar. No fue dando catequesis. A mí me ganó desde el primer momento hasta el abrazo de despedida, todavía mojados, cuando me pidió el teléfono" y quedaron para, un día, poder celebrar con la comunidad de Entrevías.

"No quiero establecer comparaciones, pero es la primera vez que me encuentro un obispo que me conoce y que me escucha, que me da su teléfono y que detiene el tiempo para estar con nosotros", explicaba Baeza al día siguiente, en la misa de Entrevías. El compromiso de visitar la casa en la que Javier vive con adolescentes de varias nacionalidades ya está planteado, así como una charla reposada con los curas de Entrevías. "Tengo que ser el obispo de todos", subraya, como un mantra, Carlos Osoro. Y Javier Baeza, el descreído Javier Baeza, se lo cree a pies juntillas. "Porque lo he visto en El Gallinero".

No importó la lluvia, pues los caminos están trazados, incluso en El Gallinero, para aquellos que quieren ser peregrinos. No cabe duda que el nuevo arzobispo de Madrid es uno de ellos. A la vuelta, en la furgoneta, todavía impresionado por el lugar donde viven tantas personas, tantos niños, Osoro reflexionaba sobre su última visita al Papa Francisco, el jueves pasado en Roma. "Me preguntaba si ya tenía casa definitiva donde vivir. ¡Cómo voy a estar, al lado de cómo está viviendo esta gente!". El obispo se limpió los zapatos embarrados en un charco. Pero los recuerdos de aquella tarde se antojan imborrables en el recién estrenado ministerio del arzobispo de Madrid.

También te puede interesar…