VIVIR A FONDO | CICLO C – III DOMINGO DE CUARESMA

14 marzo 2022

Lc 13,1-9

En aquel momento se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús respondió: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo esto? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. O aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera». Y les dijo esta parábola: “Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves, tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a perjudicar el terreno?”. Pero el viñador respondió: “Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar”».

Jesús nos enseña a aprender a escuchar la voz de Dios en los acontecimientos de la historia. De hecho sus interlocutores también lo hacían, y por eso van a contarle los hechos, pero escuchaban mal, Dios no decía lo que ellos entendían. Es verdad que Dios habla, pero hay que aprender a escucharlo. Dios no nos dice que los muertos de esos acontecimientos drásticos eran pecadores, de hecho todos lo son. Lo que Dios nos dice es que por serlo, debemos convertirnos y dar frutos de conversión. Los frutos son una respuesta a la llamada de Dios en nuestra vida. Porque está claro que no bastan las palabras. De nada sirve una higuera estéril. Una higuera debe dar higos ya que para eso ha sido plantada.

¿Cuántas veces – en qué concretamente, de qué forma…- ha venido Dios a buscar fruto a mi higuera sin encontrarlo?

¿Estaré agotando la “paciencia de Dios”?

¿Será necesaria una poda en mi vida para que se renueve y revitalice?

Sé, Señor, que tu paciencia no se agota jamás, que tu capacidad de espera no tiene límites. Por eso te digo: dame una nueva oportunidad. Sigue llamándome a la conversión, a cambiar de vida.

Hago míos los sentimientos del salmo 102; los medito con calma, y mi interior se renueva con la certeza del amor de Dios.

Bendice, alma mía, al Señor,

y todo mi ser a su santo nombre.

Bendice, alma mía, al Señor,

y no olvides sus beneficios.

Él perdona todas tus culpas

y cura todas tus enfermedades;

él rescata tu vida de la fosa

y te colma de gracia y de ternura.

El Señor hace justicia

y defiende a todos los oprimidos;

enseñó sus caminos a Moisés

y sus hazañas a los hijos de Israel.

El Señor es compasivo y misericordioso,

lento a la ira y rico en clemencia;

como se levanta el cielo

sobre la tierra,

se levanta su bondad sobre sus fieles.

 Raoul Follereau va tenir aquest somni:

Un home es presentà davant Déu i li digué:

– Ja veus, Senyor, que no he fet res de dolent o d’injust. Les meves mans estan netes, Senyor.

– Sí -va dir el Senyor-, però estan buides.                   

“Mai no he degollat  el meu pròxim,

mai no li he robat diners;

mai no he devastat casa seva ni les seves terres…

¡Però, tingues pietat de mi, Déu meu,

perquè nit i dia em persegueix

tot allò que no he fet!”

                                                                                                         Marguerite Eilkinson