VIVIR A FONDO | CICLO C I DOMINGO DE CUARESMA

23 febrero 2022

LC 4,1-13

En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y el Espíritu lo fue llevando durante cuarenta días por el desierto, mientras era tentado por el diablo. En todos aquellos días estuvo sin comer y, al final, sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan». Jesús le contestó: «Está escrito: “No solo de pan vive el hombre”». Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: «Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me ha sido dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo». Respondiendo Jesús, le dijo: «Está  escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”». Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: “Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti, para que te cuiden”, y también: “Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece contra ninguna piedra”». Respondiendo Jesús, le dijo: «Está escrito: «No tentarás al Señor, tu Dios”». Acabada toda tentación, el demonio se marchó hasta otra ocasión.

Igual que el pueblo de Israel en el desierto, Jesús también tiene que hacer su camino. Un camino no fácil, lleno de tentaciones que pretenden hacerle olvidar que el verdadero camino de liberación es el que Dios nos ofrece. Y son tentaciones que nosotros, en nuestro caminar diario, también experimentamos: la tentación de poner por delante nuestro bienestar al bienestar de los demás (“ordena a esta piedra que se convierta en pan”); la tentación de que se haga aquello que yo quiero (“todo será tuyo”); y la tentación de ser el centro de atención, de quedar bien, de que siempre me aplaudan (“tírate abajo”). La propuesta que ofrece Jesús es la de aceptar que lo que tiene sentido es poner la vida al servicio del proyecto de Dios (“adora al Señor tu Dios y sírvele sólo a él”), que implicará ciertas renuncias (“no solo de pan vivirá el hombre”), y todo sin espectacularidades (“no pongas a prueba al Señor tu Dios”).

¿Cuál de estas tentaciones experimento con más fuerza?

¿Qué he de hacer para superarla?

En este camino de cuaresma que empezamos, ¿qué puedo hacer para ir poniendo cada vez más mi vida al servicio del proyecto de Dios?

Señor,

haz que sea de aquellos

que arriesgan su vida,

que dan su vida.

Para qué sirve la vida

sino para darla.

Señor, vos que habéis nacido

al azar de un viaje,

y habéis muerto como un malhechor,

tras haber seguido, sin dinero,

todos los caminos:

los del exilio,

los de las peregrinaciones,

los de las predicaciones itinerantes…,

hacedme salir de mi egoísmo,

de mi confort.

 

Que, marcado con vuestra cruz,

     no tenga miedo de la vida dura.

El célebre artista y humorista Coluche hizo posible que, cada día comieran y durante todo un invierno, comieran en Francia unas cien mil personas pobres. El presidente de la Asamblea Francesa dijo:

“Coluche, que había conocido situaciones extremas, no se ha olvidado nunca de la miseria que pasó cuando era niño. Ni se ha olvidado nunca de los que pasan necesidad. Las adversidades no le amargaron la vida, sino que aprendió para forjarse a sí mismo y ayudar a los demás.”

  • – Es necesaria haber pasado hambre, o sed, o frío, para saber que significa tener necesidad.
  • – Las heridas recibidas fortalecen y ennoblecen.
  • – Todo dolor sufrido capacita para comprender mejor.
  • – Los fracasos, las adversidades dan medida y dimensión.
  • – Las dificultades de la vida agudizan el ingenio, forjan el carácter y fortalecen voluntades.
  • – Las lágrimas derramadas capacitan para ver mejor.
  • – Los sufrimientos aportan sabiduría y trascendencia.
  • – Los maestros del espíritu dicen que sólo con satisfacciones:
  • – no nos podemos educar;
  • – no nos podemos formar;
  • – no podemos aprender a vivir, ni a ser solidarios, ni a servir, que, al fin y al cabo, son maneras de amar.

 

                                                                                                   Josep Maria Alimbau i Argila, “Palabras para la vida”)