VIVIR A FONDO | CICLO B – VI DOMINGO DE PASCUA

29 abril 2024

Jn 15, 9-17

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros».

Seguramente pocas palabras son tan usadas como la palabra «amor». La escuchamos en canciones, en conversaciones, en series de televisión, en referencia al sexo… Se usa en todos los ámbitos, y en cada uno de ellos significa algo diferente. Sin embargo, la palabra es la misma.

Sin pretender tener la última palabra, hay que decir que el amor en sentido cristiano no tiene nada o casi nada que ver con la idea de amor que normalmente se utiliza. El amor de Jesús no es el que busca su placer, su «sentir», o su felicidad, sino el que busca la vida, la felicidad de aquellos a quienes amamos. Nada es más liberador que el amor; nada hace crecer tanto a los demás como el amor, nada es más fuerte que el amor. Y ese amor lo aprendemos del mismo Jesús que con su ejemplo nos enseña que «la medida del amor es amar sin medida».

Aquí el amor es fruto de una unión, de «permanecer» unidos a aquel que es el amor verdadero. Y ese amor supone una exigencia -«mandamiento»- de amar hasta el extremo, de ser capaces de dar la vida para engendrar más vida. El amor así entendido es siempre el «amor mayor», como el que condujo a Jesús a aceptar la muerte a que lo condenaban los violentos. A ese amor somos invitados, a amar como él, movidos por una estrecha relación con el Padre y con el Hijo.

Cuando el amor permanece, y se hace presente mutuamente entre los discípulos, es signo evidente de la estrecha unión de los seguidores de Jesús con su Señor, como es signo, también, de la relación entre el Señor y su Padre.

– El amor cristiano no es un “sentimiento” del corazón, es acción, es una actitud de vida ante el prójimo, sea amigo o enemigo. ¿Cómo muestro yo mi amor a Dios y al prójimo, con sentimentalismos o, como Él nos dice, cumpliendo su voluntad?

– ¿Vivo mi amor dando lo mejor de mí mismo/a, mi vida?

Gracias, Señor, por tu elección,
por contar conmigo en la misión de extender tu Reino.
Gracias porque me das fuerza, en medio de las pocas fuerzas con que a veces me encuentro. Gracias porque me infundes alegría, en medio del pesimismo que a veces me domina.
Ayúdame a saber ver el camino por el que me llamas, y a ser fiel a tu llamada.
Ayúdame a saber dar consistencia a mi vida.
Haz de mí una persona que ama,
y un signo auténtico de tu amor para las personas que me rodean.
Una plaga de amor

Un psicoanalista, conocido como el padre de la antipsiquiatría, manifestó en un congreso de Psicología Humanista: “Sólo la llegada de una gran plaga, de una gran oleada de amor, puede salvarnos”.
Evidentemente, la sociedad cambiaría a mejor, se convertiría en un cielo sobre la tierra, si nos llegara una gran oleada de amor que inundara e invadiera corazones, mentes y almas.
– Porque cualquier trabajo, profesión o condición, sin amor, puede convertirse en un mero acto mecánico, sin corazón ni alma.
– Porque el trato con los débiles, sin amor, nos puede hacer duros, inflexibles, tiranos.
– Porque el saber, el poder, la riqueza, sin amor, pueden llegar a ser opresión, despotismo, hambre para los demás.
– Porque amar es darse, es servir, es hacer vivir en calidad de vida.
– Porque quien ama se transforma por dentro y por fuera, y asimismo transforma todo cuanto toca.
Con palabras de Juan Pablo II: “El sentido de la vida está en el amor. Sólo quien sabe amar hasta olvidarse de sí mismo, para darse al hermano, realiza plenamente la propia vida”.
(J. M. Alimbau)