VIVIR A FONDO | CICLO A – XXXIV DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO

20 noviembre 2023

Mt 25,31-46
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: “Venid vosotros, benditos de mi padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”. Entonces los justos le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”. Y el rey les dirá: “En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”. Entonces dirá a los de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”. Entonces también estos contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”. Él les replicará: “En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”. Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna».
Hoy, Jesús nos habla del juicio definitivo. Si nos fijamos la palabra “amor” no sale en este evangelio pero se traduce en unas actitudes que son mucho más sencillas y concretas. Se nos habla de cosas tan concretas como «dar de comer», «vestir», «acoger», «visitar», «acudir». Lo decisivo en la vida no es lo que decimos o pensamos, lo que creemos o escribimos. No basta con los sentimientos bonitos, la compasión o las protestas que no llevan a ninguna parte. Lo importante es ayudar a quien nos necesita. De esto tendremos que dar cuentas:
¿Qué opción he hecho en mi vida: ser hermano de los otros o ser un extraño? ¿Amar o estar al margen? ¿Estar cerca de los que lo necesitan o quedarse indiferente a su sufrimiento? ¿De qué he querido ser rico: de dinero, de poder, de éxitos? ¿o bien me he querido enriquecer de obras de amor hacia los más necesitados?.
La enseñanza de Jesús ha sido, fundamentalmente, el amor (a Dios y a los hombres) y su pregunta decisiva será también el amor. Al final del año litúrgico (y después, al final de nuestra vida) la pregunta que ya conviene que nos avancemos a nosotros mismos es esta:
¿He progresado en el amor, en la justicia, en la fraternidad? ¿He dado de comer, visitado, ayudado… a Cristo en la persona de los hermanos? Esta es la clave de su Reino y de nuestra pertenencia a él.

Cerco el meu benestar, la meva seguretat, la meva tranquil·litat evitant qualsevol problema? O bé vaig assumint riscos perquè la meva vida no sigui estèril, petita i sense horitzons?
Estic disposat a respondre a les expectatives que Déu té posades en mi? O bé em fa por arriscar-me?
Visc una fe enterrada sota el conformisme o bé la visc compromès, tot i que això em pugui complicar la vida?

ORACIÓN PARA APRENDER A AMAR

Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que necesite comer;
cuando tenga sed, dame alguien que precise agua;
cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor;
cuando sufra, dame alguien que necesita consuelo;
cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro;
cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado;
cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos;
cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien;
cuando esté desanimado, dame alguien para darle nuevos ánimos;
cuando quiera que los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión;
cuando sienta necesidad que cuiden de mí, dame alguien a quién pueda atender;
cuando sólo piense en mí mismo, vuelve mi atención hacia otra persona.
Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos que en todas partes el mundo viven y mueren pobres y hambrientos.
Dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo.
Madre Teresa de Calcuta

Sabem que valores sobretot l’actitud,
el que hi aportem de part nostra,
l’esforç i el risc, encara que no tinguin èxit.
No importa la categoria o el volum de la feina,
ja que tot talent, gran o petit, és do teu:
capital, temps, aptitud, capacitats.

Som servents que no mereixem recompensa:
gràcies que tresquem, com és el nostre deure.
Treballant pel teu Regne, no té sentit jubilar-se.

Però tu, Senyor, passaràs comptes.
I ets tan bo, si no som dolents i ganduls,
que el premi serà estar amb tu, per sempre,
jubilant d’alegria.

LA MENDIGA

Iba yo mendigando de puerta en puerta, a lo largo de la calle de la aldea. En un lugar me daban una manzana, en otro un trozo de pan, en otro una espiga de trigo…
De pronto, allá a lo lejos, apareció tu carruaje de oro, parecido a un sueño maravilloso.
Me pregunté: ¿Quién será este Rey de reyes?
Crecieron mis esperanzas, y pensé que los días tristes de mi vida estaban a punto de terminar, esperé que se me diera la limosna sin tener que pedirla, y que tus riquezas abundantes fueran esparcidas por el polvo del camino.
El carruaje se detuvo a mi lado; Tu mirada cayó sobre mí, y Tú descendiste con una sonrisa. Presentí que mis días de mendigo habían llegado a su fin y me quedé esperando tesoros inmensos. Había llegado el momento supremo de mi vida.
Pero Tú, bajando lentamente del carruaje te quedaste quieto ante mí y me extendiste la mano derecha diciéndome: “¿Qué tienes para darme?”
¡Ah, pero qué gesto verdaderamente digno de un rey fue aquél de extenderme Tu mano para pedir la limosna a un pobre!
Titubeante y confuso, extraje lentamente de mi zurrón un grano de trigo y Te lo di. Y con gesto sencillo sonreíste y continuaste tu camino.
¡Pero cuál no sería mi sorpresa cuando, al final del día, extendí sobre la vieja mesa el contenido de mi mochila y encontré en la exigua espiga de trigo, un granito de oro… el mismo que yo te había entregado horas antes.
Lloré amargamente y pensé: Por qué no he tenido suficiente coraje para darme yo mismo.
Rabindranath Tagore