Conociendo a Sara Gutiérrez, Religiosa de la Pureza de María

24 marzo 2019

Por: Jorge Juan Reyes

Nació en Madrid, donde no hay playa (como dice la canción), pero donde se puede disfrutar de  la montaña, de la gran ciudad, o del paseo; el 11 de agosto de 1993, en el seno de una familia cristiana (toda su familia pertenece al Camino Neocatecumenal). Hizo el grado de magisterio. Aficionada al deporte, sobre todo al fútbol, muy del Atleti, a la música, y a pasar tiempo con sus amigos.

Cuando entró en el noviciado tuvo varios incidentes: en los primeros días, cada vez que le tocaba leer en las celebraciones y subía al ambón, tropezaba con el primer banco, provocando siempre la risa silenciosa de las hermanas que se encontraban en aquel lugar. Luego, pasado los primeros meses, superó aquello.

Sara vive ahora en Granada y estudia teología en la Facultad de Teología de los jesuitas, junto a otros compañeros religiosos, religiosas, y laicos. Se encuentra feliz y da gracias a Dios por el regalo de su vocación.

VyS: Sara, ¿quiénes son las religiosas de la Pureza de María en la Iglesia?

M: Somos una congregación de hermanas que tenemos como vocación ser maestras y madres. Tenemos colegios y residencias universitarias en Europa, América y África; además de algunos hospitales en este último continente. Para nosotras es muy importante también el espíritu de familia, la educación, tanto de conocimientos como del corazón, espiritual, ser personas, y  cristianos. En definitiva, el Señor y prójimo, son más importantes que lo demás.

VyS: ¿Cómo llegaste a descubrir tu vocación? ¿Cuáles fueron los signos que te ayudaron a descubrir que Dios te llamaba a esta vida?

M: Mi descubrimiento ha tenido muchos picos. Desde que estaba en la ESO comenzaba a descubrir algunas inquietudes. Sin embargo, la vida adolescente y diferentes momentos me fueron marcando, e hicieron que me olvidara del tema y que prefiriera vivir la vida “loca” de cualquier adolescente. En el colegio veía a las hermanas cada día,  en la parroquia se hablaba del tema vocacional, pero hasta que no experimenté en mi propia carne que, pese a no ser fácil, a no ser ideal, a tener otras mil opciones… Dios me seguía llamando por aquí, no me quedé tranquila. Intenté convencerme de que no era lo mío y el Señor me acabó convenciendo a mí.

VyS: ¿Qué papel ha jugado tu familia en tu proceso vocacional?

M: Mi familia ha jugado un papel fundamental. Mis padres me han educado en la fe, en la importancia de Dios en nuestras vidas. Mis hermanos me han enseñado que no vivo sola, fue “la primera comunidad”. Mis padres nos enseñaron a perdonar, a aceptar las cosas que no entendíamos y a darnos cuenta de que la familia es nuestra base y no podemos solo mirarnos a nosotros mismos.

VyS: La opción vocacional que has hecho, ¿qué ha aportado a tu persona?

M: Mi persona no está aún del todo formada, pero sí que me hace ser más libre. Me ha dado paz interior. Aunque viva momentos duros, la paz que tengo dentro de mí, de saber que es aquí donde me quiere el Señor, es lo que me hace quedarme y seguir, esperar y confiar en la medida en que pueda. También me ha ayudado a valorar más a mi familia, la parroquia donde estaba y a la congregación a la que pertenezco. He descubierto que para Dios no hay nada imposible.

VyS: ¿Te has encontrado con alguna dificultad en tu camino vocacional? ¿Cómo las has superado?

M: Claro, muchas. Desde antes de entrar, he ido teniendo muchas dificultades, cada vez nuevas. Unas eran con acontecimientos que iban pasando, otras eran de la propia lucha conmigo misma. Sin ayuda de Dios, no lo habría superado. Lo que me ha ayudado es no dejar la oración ningún día porque eso te va sosteniendo. Cada momento difícil ahora es un punto fuerte donde puedo agarrarme y saber que si estoy aquí es porque Dios me quiere aquí.

VyS: A un chico o chica que estuviera planteándose su opción vocacional, ¿qué le dirías?

M: Le diría que no intente hacer cálculos, que no razone, que Dios no va de eso. Que pruebe y compruebe, que se quede seguro antes de entrar, pero que si Dios le llama que diga que sí. Con la cabeza no tiene sentido, pero fíate porque Dios te va a ir dando lo que vayas a ir necesitando. No todo es fácil, pero no lo es en ningún lado, y la paz de estar viviendo lo que estás llamado a vivir, no te la quita nadie.

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