ESTUDIO DE LA PALABRA| CICLO B – XXXIII DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO

11 noviembre 2021

Propuesta de Lectio Divina personal (o en grupo)

XXXIII DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO Ciclo B (Mc 13,24-32)

 

 

ORACIÓN

Creemos que estás en medio de nosotros, Padre, y en nuestro interior;

creemos que el Espíritu de tu Hijo nos impulsa.

Te pedimos que no dejamos de estar abiertos al Espíritu,

y que sepamos escuchar sus insinuaciones.

Que venga sobre nosotros tu Espíritu

que nos ayude a conocer más a tu Hijo

a través de la Palabra que ahora escucharemos.

(B) PASOS PARA LA MEDITACIÓN

  1. LEE…

¿Qué dice el texto?

Atiende a todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas. Para la comprensión del texto te pueden servir los comentarios que te ofrecemos a continuación.

Texto (Mc 13,24-32)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «En aquellos días, después de la gran angustia, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y gloria; enviará a los ángeles y reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. Aprended de esta parábola de la higuera: cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros que esto sucede, sabed que él está cerca, a la puerta. En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto al día y la hora, nadie lo conoce, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, solo el Padre».

Comentarios:

El anuncio sobre la venida del Hijo del hombre ocupa el centro del discurso, dándole a todo él una fuerte tonalidad cristológica. Perfectamente anclada entre lo que precede y lo que sigue, esta parte central carece de toda exhortación y queda caracterizada por un estilo sobrio, lleno de fuerza y majestad. Los dos primeros versículos describen una estremecedora conmoción cósmica con imágenes típicas de la tradición profética y apocalíptica. Es la manera de aludir en el judaísmo a las grandes intervenciones de Dios en la historia de la humanidad, intervenciones que implican un viraje decisivo en esa historia, aunque no necesariamente el final de la misma (véase Is, 13 10; 34, 4; Dn 7, 13-14…). Bajo tales imágenes subyace la hermosa idea de que existe una misteriosa solidaridad entre el destino del hombre y del cosmos. A la pregunta inicial de los discípulos sobre el cuándo responde la parte conclusiva del discurso, aunque no de la forma que ellos y nosotros hubiéramos deseado. La respuesta comienza y termina, en evidente paralelismo, recurriendo a unas comparaciones o parábolas con sus aplicaciones respectivas: la de la higuera (Mc 13, 28-29) y la del hombre que se ausenta (Mc 13, 33-36). Entre este lenguaje parabólico se encuentran tres sentencias solemnes y apodícticas (Mc 13, 30.31.32). Ellas constituyen el núcleo de la respuesta. La primera habla de inmediatez y viene a ser la conclusión lógica de la parábola de la higuera, que ilustra el cuándo de los signos premonitorios (Mc 13, 5-23). La tercera habla de ignorancia sobre el momento concreto y puede considerarse como la introducción idónea a la parábola que la sigue, ilustrativa de la venida del Hijo del hombre (Mc 13, 24-27). Entre ambas sentencias no hay contradicción, pero sí una tensión, cuyo origen y explicación está en una nueva fusión del horizonte histórico con el horizonte escatológico: destrucción del templo y parusía. La sentencia central posee por su situación un relieve especial. En ella se afirma la certeza del hecho en base a la palabra infalible de Jesús. Esta certeza de algo sobre lo que no cabe hacer previsiones y cálculos, pero que para el cristiano debe estar siempre cercano, origina la actitud de una vigilancia constante y responsable. Es una vigilancia que excluye tanto la impaciencia como el sueño, tanto el temor como el relajamiento. Implica lucha, esfuerzo y renuncia para evitar, por una parte, la fuga hacia la utopía y, por otra, el estancamiento en la situación presente.

  1. MEDITA…

¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?

Sugerencias:

“En el latido frágil de tu corazón está el futuro, lo definitivo, lo eterno: el «día después» ya está presente en ese amor, en ese latido.”

“Cuando todas las seguridades se vuelven inconsistentes… sin sentido… El «misterio de Dios» emerge secretamente «como un brote» humilde y oculto desde las profundidades de esa persona humana.”

–       “Mis palabras no pasarán”

–       “Sólo Dios sabe”

  1. CONTEMPLA Y REZA…

¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…

Sugerencias:

Señor,

que tus discípulos sepamos mantenernos

en tu palabra que se cumple y no envejece.

  1. ACTÚA…

¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?

  1. COMPARTE…

Si la Lectio se hace en grupo, podéis compartir con sencillez lo que cada uno ha descubierto, para enriquecimiento del grupo.

  1. DA GRACIAS…

Puedes acabar este momento con una oración: expresa a Dios lo que has vivido, dale gracias por lo que te ha manifestado, y pide al Espíritu que te haga pasar de la Palabra a la vida.

Gracias, Padre, por lo que me has revelado con esta Palabra.

Ayúdame a progresar en el conocimiento de tu Hijo, Jesús,

y hazme dócil a la acción del Espíritu en mi vida.

 

Fuente Oración: Evangelio al dia 2021 Ed. CCS

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