VIVIR A FONDO | CICLO C – XVIII DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO

1 agosto 2022

Lc 12, 32-48

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo. Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».

Este fragmento del evangelio de Lucas viene precedido por otro texto que sigue una misma línea: la parábola del rico insensato. Esta parábola nos recuerda que no sirve de nada acumular riquezas materiales cuando, en cualquier momento, puede llegar la hora de dejar este mundo. Estas enseñanzas de Jesús responden a la inquietud de alguien entre la gente que quiere saber cómo situarse ante ciertos problemas «terrenales». ¡Cómo conoce a Jesús el corazón de las personas! ¡Qué consciente es de nuestras debilidades y de las preocupaciones que ocupan nuestra vida! De ahí que llegue a afirmar: «… donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.»

Ante esta realidad humana, Jesús nos propone una alternativa centrada en dos aspectos importantes de su mensaje. Por un lado, una confianza ilimitada en Dios que nos permita dejar de ser «esclavos» de las cosas materiales y nuestras debilidades; por otra, una actitud de «vigilancia» constante para poner todas nuestras fuerzas en los valores del Reino y no dejarnos llevar por los falsos ídolos de este mundo.

Hay otro aspecto interesante al final de este fragmento que interpela plenamente a aquellos que nos consideramos cristianos. ¿No es cierto que al oír este tipo de parábolas tenemos tendencia a pensar que los que salen peor parados son los ricos, los delincuentes, los poderosos,…? Jesús nos dice claramente que los que tenemos más responsabilidad en eso de «velar» por los valores del Reino de Dios, y por tanto, a los que nos exigirá más, somos aquellos que hemos recibido el don de la fe y que nos consideramos sus seguidores.
Que las riquezas de tu corazón no sean los dioses de este mundo, sino el amor, la verdadera paz, la sabiduría y todos los dones que Dios concede a sus hijos predilectos…

Señor, ante la oferta tentadora de dinero fácil,
del tener, como primera preocupación de la vida,
danos clarividencia para descubrir
los valores del Reino.
Los valores que duran y resisten a la herrumbre
y a la polilla del tiempo inexorable;
y que no se devalúan como moneda fugaz
que no resiste más que flor de un día.
Danos, Señor, sabiduría
para optar desde la pobreza,
libre y voluntariamente elegida,
por los valores del Reino
que, al igual como tu palabra, nunca pasan,
a pesar de que la tierra se descuartice
y el cielo se derrumbe.
Mantén nuestra oído atento a tu palabra:
«Vende todo lo que tienes, dalo a los pobres, ven y sígueme».
Que nuestro afán de cada día sea ser pobres
y estar con los pobres por el Reino.
El resto sabemos que nos lo darás con creces.

El desprendimiento de nuestros apegos exige autodisciplina. Lo cual nunca es fácil, aunque el alivio que sentimos una vez que nos hemos desprendido de algo constituye una gran alegría. De algún modo, es como abandonar una adicción. Nos sentimos mucho mejor después o, al menos cuando nos hemos recuperado de los síntomas de abstinencia: somos libres.

A veces, en lugar de desprendernos voluntariamente de nuestros apegos, nos vemos privados de ellos. Mientras estamos aún aferrados a nuestro dinero y a nuestras posesiones, podemos, por ejemplo, perderlas de pronto por completo o en gran parte. Personas a las que estamos apegados posesivamente podrían morir. Nuestra reputación o imagen pública podría verse arruinada por circunstancias que no están bajo nuestro control. Alguien podría sostener en público que nuestras ideas son falsas.

Esta clase de pérdida es experimentada generalmente como una tragedia, pero también podría ayudarnos a ser más desprendidos. Podría llevarnos a comprender que podemos vivir sin algunas de las cosas a las que estamos apegados. Es un camino difícil. Pero para algunos de nosotros puede ser el único camino. Los escritores espirituales lo llaman “purificación pasiva”.

* Fragmento extraído del libro “Jesús, hoy” del dominico Albert Nolan (pág. 177-178).