Salesianos de ultramar

24 febrero 2019

Por: Josep Lluís Burguera

De un país situado al otro lado del mar desde donde se habla o escribe decimos que es “de ultramar”: el término denota lejanía física e incluso mental: esto puede aplicarse a los 71 salesianos misioneros repartidos por el ancho mundo, en tres continentes y 32 naciones con el común denominador de haber pertenecido a nuestra inspectoría o, mejor, a alguna de las tres inspectorías que dieron origen a la actual “María Auxiliadora”.

Ocho de ellos nos cuentan qué les motivó un día a dejar su patria y marchar al extranjero, a las periferias del evangelio (“Ad gentes”) y para toda la vida (“Ad vitam”), para entregarlo todo al Señor y a las personas con las que se cruzaran en el camino en otras tierras, otras culturas y, en muchas ocasiones, otras lenguas. De sus respuestas se deduce cuánta verdad tienen las palabras del papa Francisco en la Evangelii Gaudium: “El Espíritu Santo infunde la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia, en voz alto y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente”.

 

Alfredo Marzo

Este navarro de Lodosa, marchó a la India hace 66 años, en barco, como los misioneros de nuestro imaginario de sotana blanca y barba florida. Llegado a Mumbai, trabajó siempre entre las tribus del noreste de la India, “ad paganos”, en el sentido literal de la expresión. Hoy, a sus 83 años está al frente de una parroquia que empezó de cero.

¿Qué le motivó un día a ser misionero? “La figura carismática, salesiana de don José Luis Carreño. Él era como un torbellino que se lleva por delante todo lo que encuentra a su paso. Me llevó también a mí hasta Madrás”. Y desde entonces, “Siempre predicando, bautizando, construyendo iglesias, escuelas, dispensarios médicos, viviendo pobremente, ayudando a los más pobres. Nada ni nadie podrá quitarme la satisfacción de una vida llena y realizada”.

Alfonso Francia

Salmantino, pero de corazón andaluz, periodista de raza, ex director del Boletín Salesiano, hace 10 años que marchó a Lima, Perú; hoy tiene 80 y quiere seguir en la brecha y no se pone fecha de caducidad. Le motivó Una inquietud desde pequeño. La vida y las historias misioneras. Ha recorrido casi toda América impartiendo cursos y charlas. Pero derrocha entusiasmo: “A mis casi 82 años, con cuatro bypass, opto de una manera más explícita por una vocación salesiana «en salida» de los lugares, ideologías, esquemas mentales, organigramas, costumbres y rutinas, y » por las periferias» con una presencia muy preferente por los que no tienen pan, cultura, catequesis, y no tienen voz, ni tienen atenciones mínimas…”

Justo Sanfrancisco

Alcoyano, pero uruguayo de adopción, cruzó el océano en 1962, procedente del filosofado de Godelleta cuando era inspector don José Carbonell. Con 77 años en la actualidad, lleva 57 en tierras charrúas. Siempre dedicado a la pastoral colegial, también colabora en parroquias y capellanías.

Su motivación misionera nació, según confiesa: “Por el ambiente de la inspectoría; los misioneros que venían y nos hablaban de las misiones, cuando iba al Colegio San Vicente de Alcoy, y también el propio ambiente del noviciado”. Entiende que su trabajo como misionero es “el de todo sacerdote salesiano: trabajar por el bien de los muchachos en la evangelización”.

Manolo Jiménez

Nacido hace 59 años en Tarifa, Cádiz, salió de la inspectoría habiendo sido maestro de novicios. Conoce más de diez países de África y allí ha ocupado todos los cargos y responsabilidades, incluida la de inspector, que desempeña de nuevo en la actualidad, fue también director de la Casa Generalicia, en Roma. Confiesa que no ha perdido sus raíces ni su conexión con nuestra inspectoría. Sobre sus motivaciones más profundas manifiesta: “Entiendo y vivo mi vocación misionera como una colaboración con Dios para vivir el amor allá donde Él me envía, sin límites geográficos. Yo no pedí venir a África, sino allá donde las necesidades de la misión fuesen más acuciantes. Desde 1996 vivo y trabajo en África, y bien contento de esta experiencia”.

Juan Carlos Macías

A sus 43 años y cordobés de nacimiento, marchó hace solo un año a ejercer su ministerio sacerdotal y su vocación salesiana a Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Es director de un centro de orientación y tratamiento para adolescentes y se está iniciando en el trabajo de calle. “En estos momentos, puedo decir que esta experiencia me ha ayudado a reafirmar completamente mi opción vocacional por los jóvenes más pobres y abandonados, a tomar más conciencia y pertenencia al mundo salesiano y vivir mi vocación salesiana más disponible a la voluntad de Dios, que no me ha dejado”. Y sentencia: “La experiencia más fundante ha sido encontrarme cara a cara con la realidad de los chicos y chicas de la calle”.

Xec Marqués

Nacido hace 55 años en Ciutadella de Menorca, Xec lleva ya 25 años en misiones: ha estado ya en Costa de Marfil, República Democrática del Congo, Togo, Benín, Guinea Conakry y actualmente en Tambacounda, Senegal, en donde ejerce de ecónomo de la obra (parroquia, centro de formación profesional y Centre de Jóvenes), vicario parroquial y animador de la pastoral.

Aquel niño que quedó fascinado por África por las historias de misioneros que publicaba la revista “Mundo Negro”, fue descubriendo a Jesús y a Don Bosco y, al mismo tiempo, su vocación misionera: “Ser misionero es estar a la disposición de la inspectoría preferentemente para las obras dónde el carácter misionero de la vocación salesiana es solicitado como motivación fuerte”. Con motivo de sus bodas de plata como misionero, se puso en actitud de discernimiento: volver a su inspectoría de origen, ofrecerse al Rector Mayor o seguir a la disposición de la inspectoría de África Occidental francófona: “Tomé esta última opción reforzando la actitud de disponibilidad y abierto a lo que el Espíritu diga”.

Alfredo Roca

Catalán de Pallejà, Barcelona; ha sido un muy recordado formador de salesianos en Sentmenat y Martí Codolar y, posteriormente, inspector de Barcelona. En 1987 partió de la Ciudad Condal hacia Etiopía para cumplir sus sueños juveniles de ser misionero. A sus 85 años, forma parte de la comunidad de Adigrat, que es casa de formación, en donde, además de ser formador, es administrador y encargado de la obra social.

Siente su vocación misionera como un servicio con corazón salesiano a los jóvenes y no tan jóvenes más pobres atendiendo a sus necesidades más básicas con la ayuda de los bienhechores, especialmente a través de “apadrinamientos a distancia”. Alfredo está convencido de que su vocación es “la respuesta a una llamada que viene de arriba”.

Miguel Ángel Olaverri

Es de Pamplona, pero ejerce como ciudadano universal especializado en África. Recién ordenado sacerdote en Barcelona, en 1976 partió para Gabón, su primer destino. Más tarde ha estado en Congo Brazzaville, Centroáfrica, Chad, Camerún, Guinea Ecuatorial y en la actualidad reside en Pointe Noire, Congo, donde desde hace ocho años está al frente de la diócesis, primero como administrador apostólico y desde hace seis años como obispo.

Miguel Ángel nunca ha perdido contacto con su querida Navarra y con la antigua inspectoría de Valencia: pero su corazón ya late para siempre como africano.

“Entiendo mi ser misionero como un estar al servicio de los más pobres y ahora, como obispo, en el cuidado de mis sacerdotes y de las vocaciones que van proponiéndose, según los testimonios de vida que van viendo”, afirma.

Y expresa este deseo: “Quisiera animar a todo joven que sienta en su vida las ansias de servir a Cristo más de cerca a hacerlo con generosidad como laicos o seglares comprometidos por un tiempo en la misión o como sacerdotes sabiendo que en todas partes, el ejemplo que acabamos de vivir con el martirio de nuestro hermano César Fernández, asesinado en Burkina, es un estimulo para nuestras vidas entregadas a Cristo por amor de los más pobres. Creo que la oración por la misión de la Iglesia es algo que nos debería mover a todos cada día como signo de amor a Cristo y a la Iglesia”.

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