Conociendo a Rafael Ferreira dos Santo, agustino recoleto.

24 octubre 2019

Nació en la ciudad brasileña de Viseu. Desde pequeño participaba en las actividades juveniles de su parroquia. Aquí vivió una experiencia maravillosa. Siendo adolescente sintió el deseo de ser catequista de niños, pero por inseguridad y timidez, no se atrevió a dar el paso, hasta que un día, la persona que coordinaba la catequesis en la parroquia, la hermana Zenaide, le hizo una propuesta, y  que él aceptó rápidamente. 

Al terminar el bachillerato, ingresó en los agustinos recoletos. Profesó como religioso. Comenzó a estudiar filosofía. En estos momentos se encuentra en España, en Granada, completando su formación. 

Rafael es feliz con la opción de vida que ha hecho, y nos dice que esto de ser religioso merece la pena. 

VyS: Rafael, comencemos primero por ver quiénes son los agustinos recoletos.

R: Los Agustinos Recoletos son herederos de la forma de vida suscitada por San Agustín (354-430) y asumida en el siglo XIII con espíritu mendicante por la Orden de San Agustín (Gran Unión de 1256). Después de más de tres siglos de historia, en 1912, fueron reconocidos por la Iglesia como orden religiosa autónoma. Su proyecto de vida es el propio de una orden religiosa, suscitada bajo el impulso del Espíritu Santo y aprobada por la Iglesia: viviendo en comunión de hermanos, desean seguir a Cristo, casto, pobre y obediente; buscan la verdad y están al servicio de la Iglesia; se esfuerzan por conseguir la perfección de la caridad según el carisma de san Agustín y el espíritu de la recolección.

VyS: ¿Cómo descubriste tu vocación? ¿Qué te llevó a dar el paso?

R: Estaba terminando el bachiller y me planteaba la típica pregunta: que haré con mi vida ahora. En ese momento mantenía una relación con una chica. Ella y yo estábamos involucrados en la Iglesia, época en que pude establecer contactos con mucha gente. Tenía ahora una nueva comunidad de amigos. Pero resonaba muy fuerte dentro de mí las palabras que escuchaba de mis catequistas, de que Dios tenía un proyecto, una misión para mí, y preguntaba cuál sería mi vocación. No sabía casi nada sobre seminarios, solo sabía que muchos de mi amigos se iban para descubrir su vocación. Quería mucho discernir mi vocación; y después de algún tiempo conversando con la chica, decidimos juntos que debería irme al seminario. En este tiempo mis amigos influyeron mucho en mi decisión.

VyS: Tu familia, ¿ha tenido que ver algo con esto de tu vocación? ¿Cómo se lo tomaron?

R: Mi familia me ha enseñado a ser un hombre de fe. Mis padres y mis abuelos maternos cultivaron en mí los primeros sentimientos de piedad y devoción. Pude comprender muchos años después, que en mi familia existía una verdadera Iglesia doméstica. Pero ellos tenían bien claro de que era necesario educar los hijos para ser hombres y mujeres libres, estudiosos,  felices y capaces de hacer felices a los demás. Ellos pensaban que podría ser futbolista, profesor, pero nunca imaginaban la posibilidad de ser un religioso. Al inicio causó sorpresa, pero poco a poco reconocieron mi libre opción y mi alegría al tomar esta decisión.

VyS: ¿Qué dificultades has encontrado en tu camino de discernimiento vocacional? ¿Cómo las has ido superando?

R: Para mí ha sido aprender poco a poco el arte de vivir en comunidad. Es decir, tener conciencia del universo y de la manera de ser y actuar del otro. Ser capaz de encontrarme conmigo mismo desde la relación con el otro. Puedo sentir y comprender  a lo largo de estos años que convivir es un desafío dramático y amoroso. Dramático porque uno confronta su realidad con la realidad del otro. Amoroso, porque notamos concretamente el amor de Dios en nuestras relaciones fraternas y como decía San Agustín: “reconocemos a la luz de la fe que la comunidad es un don de Dios que supera toda nuestras fuerzas, inseguridades y egoísmos”

VyS: Hay gente que piensa que no merece la pena ser religioso, que eso es una manera de perder el tiempo, que hoy se puede ser cristiano y hacer mucho bien, sin necesidad de hacer votos, o de vivir en comunidad. ¿Qué piensas tú de esto?

R: Por una parte, estoy de acuerdo con la posibilidad de que hay hombres y mujeres que se desgastan por los demás sin la necesidad de vivir en comunidad y hacer los votos. Esto es una realidad evidente y digna de consideración. Por otro, quien piensa que no merece la pena ser religioso y que es una pérdida de tiempo es porque está directamente influenciado por la mentalidad de que el hombre de hoy se cree demasiado independiente y libre hasta el punto de negar la existencia de la belleza, del placer y de la alegría que hay en hombres y mujeres consagrados a Dios.

VyS: ¿Crees que el Señor sigue hoy llamando? ¿Por qué hay tan pocas respuestas?

R: Sin duda, creo que el Señor sigue y seguirá llamando de muchas maneras. Pero, la llamada de Jesús implica una decisión personal, inteligente y afectiva, pues también hoy nos encontramos muy confusos, llenos de miedos, inseguros, con voluntad floja y como personas fragmentadas.  Muchas veces todo esto nos impide dar una respuesta auténtica y responsable. Hoy se escuchan muchas voces, muchos ruidos, muchas propuestas, muchas opciones que imposibilitan respuestas bien fundamentadas y sinceras. Es urgentemente y necesario cultivar una vida interior (oración), amistades profundas y verdaderas.

VyS: Si conocieras a un joven que estuviera pensando su vocación, ¿qué le dirías?

R: Diría que es el momento crucial de pedir a Dios el don del discernimiento y de tomar conciencia de la gran vocación a la cual fuimos llamado: la felicidad de saberse salvado por Cristo y llamados a vivir como hombres de esperanza que buscan disminuir sus egoísmos imitando los santos. Fuimos llamados a esta vida, es decir, a una misión especial o vocación específica que es mucho más que la elección de una simple profesión. En verdad, es el lugar de nuestra realización como persona amada y elegida por Dios que nos hace sentirnos comprometidos con la familia, la comunidad y con todos los hombres de buena voluntad.

Muchas gracias 

 

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